sábado, 4 de septiembre de 2010

DESEXILIO Primera Parte


DESEXILIO

"Como una nube que pasa mis ensueños se van, se van, no vuelven más"

(Alfredo Le Pera)

De México se me antoja un sabor tamarindo, golosinas con chile, calaveras de azúcar y unos tangos híbridos que se dejaban oír en el living de una preciosa casa en Cuernavaca, que restauraron mi viejo y mi abuelo cuando este último vino de visita.

Junto a la casa un baldío, donde jugábamos de chamacos a encontrar crías de alacranes bajo las piedras.

Alguna que otra vez cayó don Armando Tejada de visita, y tal como recuerda mi vieja fue Liliana Felipe quien nos alumbró con sus canciones infantiles.

Estuvo, sin quedar en mi memoria, Alicia, quien años más tarde, ya en Argentina, fue mi maestra de teatro.

Colgado de la pared un dibujo de Guadalupe Posada (una calavera con su botella de tequila) y una pequeña guitarra con la que yo aturdía un "Cristo de Palacagüina".

Una terraza, una cocina con rejas por donde asomábamos la risa con un vaso de horchata y se nos escapaba el aroma del mole, que seguía por una calle ancha, en bajada,y daba a un vivero oscuro. Era infinito ese lugar, nunca atendía nadie.

Yo le afanaba las herramientas a mi abuelo, creo que las enterraba. Y nos sacaban fotos junto a las niñas de pelo negro y trenzado con cintas de colores para mirarlas ahora, ya de grande, en medio de esta casa suburbana donde recibo mensajes de texto de Andrea con poemas de Fijman, y ensayo un papel para una película sobre una fuga en la ESMA.

Tomo mate amargo, escucho al tata Cedrón, fumo Viceroy,repaso mi primer libro de poemas aún inédito.

Todos los fuegos el fuego, la pirotecnia Mexicana es un arte. Corrían con un toro de papel maché todo cubierto de "cuetes".

Me perdí una tarde en Plaza Garibaldi, y hasta los mariachis me salieron a buscar, no lograban encontrarme, tal vez era divertido.

Héctor se llamaba mi mejor amigo. Héctor del pueblo de Ocotepec.

Imitábamos a un tipo de la tele, que hacía una propaganda de jabón Ariel (jabón en polvo) y se tiraba a una quebrada.

Ariel lavando y yo en la quebrada!

gritábamos, como él, y nos tirábamos en calzoncillos a un gran piletón, donde las viejas fregaban.

Ahora el único Ariel que conozco es un flaco del sur, que estuvo preso, le pega a las minas, y cada tanto se estrella con la moto sobre un capot.

No sé si hemos dado en el clavo, diría Urondo.

Ya conocí el Caribe, el Golden Gate Brigde, la miseria de Miami Beach, el faro del Balneario "El Cóndor", la tristura de una mujer, el rechazo de una mujer, la muerte de un amigo, los intentos de muerte de otro amigo, el furgón del tren a Morón, el fulgor de la selva misionera, el hotel malandra, el sacrificio en la cosecha de cebolla, la brucelosis en el Ecuador.

Dice el mochi Leite que soy Patagónico, que la Patagónia se extiende desde California hasta la Pataia.

Será?

Canto desafinado, aprendí a bailar el tango, y a tomar tequila, y a mentir, y a desmentir,

cuando me preguntan de dónde soy.

Me voy y vuelvo y me voy,

como en un ensueño.

2 comentarios:

  1. bellísimo, un placer leerte. sabés? siento que tgo hoy un libro nuevo
    y ésto siempre me hace felíz.
    tbn subí al faro de el cóndor.yo lo llamo : la boca. fuí el otro verano con un amigo. quizás lo conozcas, amigo, en otros tiempos, de los osorio.
    continúo...

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  2. Me encanta. Con tus relatos descubro algo, una familiar personalidad.
    Ya quiero leer más!!!

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