martes, 14 de diciembre de 2010

DESEXILIO VI:Patagones último round


Nuestro campeón
el "zorro" Monje
categoría peso mediano
peleó con un porteño
en el Jorge Newbery
y lo tumbó en el primer round.

El zorro llora después de cada pelea,
gane o pierda
llora igual.
Lo llevamos en el asiento de atrás del renault 12
hasta su casa
cruzando el puente nuevo
y dice
que el manager se quedó con la guita
que vuelve con las manos vacías
a lo de su mujer
a lo de sus hijos
y el llanto lo hace tartamudear.

El amigo que maneja
quiere que me entrene
para subir al ring
dice que voy a boxear como el zorro,
mejor que el zorro.
Pero yo sueño con irme muy lejos
a Neuquén o México
lejos
como ese tío postizo
Claudio el catrasco
que reparte escobas por el sur
con un camión
y trae de regalo unos arenques
la "máquina de follar"de Bukowski
y un casette de Roger Waters
(hace esculturas móviles
con chatarra
"los aparecidos"se llaman)

Para qué voy a boxear
si por la tardecita
me paro enfrente de la casa de Gabi
(La madre se queda dormida
con el programa de sofovich,
ella me abre la puerta
y lo hacemos en el garage).

Para qué
los guantes y la bolsa
si yo
todavía no sé lo que es dormir
en el subsuelo de un bar,
actuar en un colectivo,
matar langostas en un restorán,
calmar las pesadillas de mi mujer,
dar por muerto a mi padre.

para qué voy a entrenar.

En Patagones es época de suicidios.
Los chicos escriben cartas
y se arrojan del puente
o quedan colgados
entre los postigos
para el morbo de las señoras.
Salen en los diarios:
dos o tres muertos por semana.

Para qué voy a saltar la cuerda.

Mi vieja riega los malvones
y yo le leo
estos primeros poemas
que escribo
sobre los fantásmas del Cerro de la Caballada
(un muerto con cabeza de vaca verde fosforescente
perseguido con palos y piedras
por los vecinos de Villa Lynch
que juran haberlo visto
comiendo teros por el aire)

Para qué quiero ese "pachinbol"
si para eso está el gordo Peiris
que nos roba la bici
mucho antes de recibir
un disparo en la nuca.
Para qué
si Raulito el actor
ya volvió de Buenos Aires
con una enfermedad que no se dice
(lo enterramos flaquito
y le recitamos poemas en el velorio)

Para qué correr
pienso.

El zorro se baja del coche,
le damos un billete,
regresa a su monoblock
y no decimos palabra
en todo el viaje.

1 comentario: